EL IDEAL, ALIMENTO DEL ALMA

Hacía meses que me encontraba en Francia y estaba passando un buen rato con una joven a la que acababa de conocer.
Ojeaba ella una revista y, de repente, me dijo:
- Mira, Moussa, ¡esta cantante es mi ideal!
- ¿Cómo dices?
- Que me gustaría ser como ella.
- ¿Es ella tu ideal?
- Sí. ¿No crees que es guapa?

Me hubiera gustado contestarle que la guapa era ella, con sus redondeles, su cabello desmelendado, sus torpezas, y no aquella mujer tan tristemente perfecta. Pero, sobre todo, lo que no llegaba a comprender era cómo una imagen de revista o de televisión podía constituir un ideal. ¿Es posible que esta idea haya llegado a perder hasta tal punto su poder, belleza y compromiso espiritual?

Me distraía un día pasando las páginas de esas revistas y me sorprendí profundamente. Me enteré de que X había dejado a Y, quien se consolaba con Z. Me desconcerté al leer que un conocidísimo actor se refugiaba en la compañía de perros porque se sentía solo. ¡Había millares de personas que le veneraban! Me di cuenta de todo lo alejado que me encontraba de aquel mundo. Cuando pretendí comprender por qué tenían tanto éxito aquellas revistas, me dijeron que la gente vivía a través de las estrellas para poder soñar. Pues tendrían que volver a aprender a soñar…

En occidente se llama “ideal” a lo que no poseemos y no a una aspiración que toma su vuelo desde la unicidad del ser. Todavía no llego a comprender la razón por la que todas esas personas se comparan a imágenes inaccesibles en lugar de concentrarse en brillar por sí mismas.

En el desierto no hay atascos. Un tuareg en la ciudad. Moussa Ag Assarid.